lundi, juillet 04, 2011

El fatal apego a la esperanza

 

Otra vez me pasó. Él me llama de la nada y dice que vendrá, yo me ilusiono aunque ya conozco la dinámica y sé que en el minuto en cuestión no lo hará. El frío, la hora, o whatever. Pero igual ordeno la casa y cocino, por si acaso… En general no avisa, esta vez lo llamé sobre el deadline dado por él mismo y le pregunté… Y dijo que finalmente no, como era previsible. Igual, sabiendo eso, yo me apegué a la esperanza de que él hiciera lo que dijo que haría, y como siempre, me fue mal.

Pero no me pasa sólo con eso. También espero que alguien esté o vuelva, o esté o vuelva de cierta manera, cuando es evidente que no lo hará. Espero que fulano cumpla sin que yo deba mendigar por ello. Espero que me llamen de ese lugar. Espero sobre todo que él me diga eso que necesito escuchar. Y así, espero lo que sé que no va a ocurrir.

En resumen me apego a la esperanza de que ciertas cosas pasen, en vez de hacerme cargo de la realidad y asumir que no va a ser como yo quiero que sea. Y que en virtud de ese escenario hay que actuar… Ahora, hay situaciones en que eso es más difícil que en otras.

Por ejemplo, dado que no se puede saber hasta cuándo Cerati estará en coma, entonces cabe preguntarse: ¿Hasta cuándo la familia podrá considerar la esperanza de que reviva? ¿Debe mantener al cantante en coma por la improbable excepción de que, tras más de un año, despierte? ¿Son malas personas si evalúan y hasta deciden desconectarlo? ¿Cuál es el precio emocional y monetario para los cercanos que ese apego a la esperanza implica?, etc.

Es una situación compleja, muy. Y quizá en esas situaciones límite se entiende el apego a la esperanza, porque da una luz, que es como lo único que permite seguir.

Pero hay veces en que ese apego se da igual, pero dado que la situación no es tan heavy, no se le da la debida atención. Y como que pasa piola, medio colado. Hasta que de repente aparece cuán grande en verdad es, y clava sus agujas justo en el corazón… Porque eso que esperabas, no pasó… Sino que otra cosa, quizá justo lo que temías, y te pilló así, desprevenido, sin plan B, en pausa. Mal.

Con esto me acordé de “El Coronel no tiene quién le escriba”, novela que leí en el colegio y me cargó. Me aburrí profundamente y no entendía que se escribiera toooodo un libro para decir lo mismo hoja tras hoja:

Hace 20 años que el Coronel espera una carta vital para él, que le daba sentido a todo, y por un lado él considera que dado que ha pasado tanto tiempo, el día D se acerca avasalladoramente (o sea que recibirá su carta). Eso, versus el juicio de todos los demás, incluida su hija, que dice que, obviamente, dado todo ese tiempo, ya no recibió la famosa carta (evidenciando que el silencio ES una respuesta y muy elocuente). Recuerdo que todo me parecía TAN obvio y no podía comprender cuál era la gracia de esa obra de García Márquez.

Y entonces, como en el libro, en mi vida pasó el tiempo. Y me percato que tal como el Coronel, muchas veces me apego a una esperanza que parece inofensiva, y que como toda esperanza, es tranquilizadora, auspiciosa, linda, etc.  Y por ende no veo, o no quiero ver, las señales, onda silencio, y doy el beneficio de la duda a cosas que no lo contienen (tipo Coronel), en vez de asumir y actuar como indica el sentido común.

O sea me convenzo y me apego a las excepción en vez de a la regla… Como sacarse el Kino. Es cierto que hay mucha gente que se lo saca. Pero ¿cuál es la proporción entre los que juegan y los que ganan? y, aunque se juegue, igual uno sigue con su vida, no pone pausa en virtud de “es que si me lo gano, entonces…”, si eso pasa, lo que consideramos improbable, veremos, mientras tanto se actúa con lo que hay, o sea, sin Kino.

Ahora, por alguna razón, pese a tener eso ultra claro, en cosas importantes de la vida, varias veces juego a que justo me va a tocar a mí el premio mayor, y en vez de seguir con todo, pongo pausa como el Coronel, imaginando una otra realidad, mucho mejor, claro.

La ficción así es perversa. Y quizá es producto de tanto cuento de hadas que una leyó de chica. Y/o de historias como la de Penélope (el mito y la canción de Serrat), de “Ana y Miguel” de Mecano, “de Lady Lady” del grupo Bravo, y tantos otros relatos anclados en la cultura, donde, de alguna manera rara, se valora la espera por algo añorado.

En síntesis, espero que pasen cosas que no van a pasar. Imagino por ejemplo que dado que fulanito hizo X, entonces ya es viable que pase A. Todo en virtud de que “ya ha pasado el tiempo”…Y mientras tanto, no tomo decisiones, o las tomo pero no suficientemente en serio como para acatarlas de verdad, y todo el rato. Resultado, no asumo cosas evidentes porque en verdad tengo tantas tantas tantas ganas de creer que… ¿y si justo ahora me toca a mí?….Y cuando la realidad cae por su propio peso… Uff, o sea, fuerte.

Yo creo que cuando no hay tal nivel de trascendencia, como en los casos de Cerati o del Coronel, el apego a la esperanza debería considerarse seriamente y no minimizarse. Enfrentar que pasará lo que pasará, y decirle a esa lucecita de excepción que uno alberga, que no, un NO así fuerte y claro, un NO tajante y firme, y lo antes posible, para evitar que esa esperanza, así suavecita y calientita como es, se enraíce en el alma.

Afrontar así a esa esperanza es quizá igual de difícil en todos los escenarios, pero cuando no es de vida o muerte, decirle que no se hace menos complejo… Y es importante dejarla ir a tiempo, sino la cosa se hace muy pesada después.

Es como un barco atracado en un puerto… Está bien que espere un rato, pero lo natural es navegar, y debe partir con o sin el pasajero que uno espera, aunque duela, así es la vida. Y mientras antes mejor, porque así se va más liviano y más rápido, y por ende el dejar atrás es más fácil de lograr….

Lástima que uno se dé cuenta de todo esto cuando es tarde… Y el apego a la esperanza ya se instaló, a sus anchas, justo ahí, en esa parte del corazón donde por mucho que uno quiera, la voluntad no llega. Entonces, cuesta más, mucho más, pero igual creo que se le puede desalojar. Un modo, que me tinca efectivo, es trayendo un suplente. Si lo encuentro y me resulta, les cuento.

2 commentaires:

Soledad De Giorgis a dit…

Me encantó este post desde el corazón. No creo pertinente entrar en ningún detalle sobre lo que planteas, que nos toca a las dos, pero sí diré que estando acá en la oficina, con mucho frío, con una estufa que está casi de adorno, con miles de guías de despacho, servicios técnicos y más, me sentí en una burbuja, me vi en tu linda casa, con un merlot, la lista de baladas de fondo, con muchas risas, relatos, ficción que te carga, y tu increíble corazón empático, que me deja siempre con una sensación de que algo bueno va a venir. Para las dos.

Un abrazo, miss K

Lorenzo Salas a dit…

Querida K.:

Empezando por el final, la mancha de una mora, con otra verde se quita. Es cierto, pero la mora verde no deja de ser mora al final. Osea que si quieres engañarte, esperánzate en eso, en que la mora verde será mejor que la morada, pero terminará poniéndose morada también. Yo también he gastado mucho, pero mucho, tiempo pensando que las cosas debían suceder sólo porque me las merezco. Craso error, la vida no va así. Hemos visto demasiadas películas y creo que por el momento, en la vida real, el final triste va ganando sobradamente al final feliz. Eso de la esperanza es algo que ayuda mucho en situaciones desesperadas, pero la mejor esperanza es la de que cada día voy a hacer que pase algo, porque puedo, porque quiero, porque voy a poder. No será un acontecimiento mundial, ni me van a dar el premio nobel, ni me van a sacar en la tele, pero será algo que habrá sucedido porque yo he querido que ocurriera. Mañana, otra vez a empezar por el principio. Otro ínfimo peldaño que me ayudará a pensar que he sido útil y que eso que persigo al final va a suceder porque voy a hacer que suceda, no porque me vaya a tocar la lotería, ni porque voy a tener suerte, sino porque con mi actitud machacona, firme, insistente, de un pasito al frente cada día, en la misma línea recta, no un día para acá y otro para allá ─eso no es caminar, es bailar─, haré que se cumpla esa mentira que cantan los poetas, que es mi destino.

Si las circunstancias no acompañan, a fajarse, a trabajar más duro, y si no acompañan nada, pero nada de nada, a pasar al plan B. Esto del plan B es muy importante, es lo que dicen los economistas de no poner todos los huevos en la misma cesta. Ningún barco con un sólo ancla ni ninguna vida con una sola esperanza. No sé quién dijo eso pero desde luego dio en el clavo.

La gente, ay. La gente tiende a querer vivir su vida a su manera. ¡Qué le vamos a hacer! y si das sin pedir nada a cambio, perdona hija, pero para eso la Madre Teresa de Calcuta y otros santos y santas. Todo lo valioso tiene un precio y hay que pagarlo, y lo que se regala, termina tirado en la siguiente papelera. Por lo tanto, lo primero a demostrar es la propia estima; lo segundo, ser muy machacón y no quejarse, currar y currar; y lo último, plan B, plan B, plan B.

Besos mil.

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